Hemos tomado el trébol como símbolo, por su sencillez y por su singularidad biológica.
Cuando vemos tan frágiles las tres hojas del trébol, rara vez advertimos que se trata de una planta completa, independiente y autosuficiente. Por eso los celtas lo llamaron Shamrock: Árbol Joven.
En el trébol se conjugan para el prudente druida, el espíritu de todo un árbol, con la sacralidad del número 3, cifra que representa los elementos del Universo: la Tierra, el Mar y el Cielo; así como las Manifestaciones del Tiempo: Presente, Pasado y Futuro.
Conocedor profundo de los diversos paisajes y sus más cerrados bosques, el celta puede orientar su rumbo observando dónde crecen oportunos los tréboles buscando la luz de sol. Por eso, esta diminuta y sabia especie, que sirve de forraje y aun de alimento humano, simboliza la comunicación del hombre con la Madre Naturaleza.
Cada 10 mil plantitas, por un prodigio o error genético, nace un trébol con cuatro hojas, reivindicando la diferencia, haciendo posible lo improbable, convocando la fortuna sin ninguna explicación satisfactoria. Y es por eso que los celtas tomaron estos tréboles discrepantes como amuleto, porque su excentricidad es una manifestación de la buena suerte.
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